AUTOBIOGRAFIA…
DOCENTE?
“Quien no
quiera mojarse, debe abandonar la natación; quien sienta repugnancia ante el optimismo, que deje la enseñanza y
que no pretenda pensar en que consiste la educación. Porque educar
es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en
el deseo de saber…” (Fernando Savater)
Hablar de mi labor docente, es referirme a cerca de 450 días
de desempeño como docente
de Ciencias Sociales de la Institución Educativa
Fray Martín de Porres, en el corregimiento de Fraguas, municipio de Segovia;
subregión del Nordeste Antioqueño, luego
de superar un proceso de selección de
más de un año.
“Docente”, entendido el concepto como la profesionalización de la labor de enseñar, proceso que se inicia
con el ingreso a la
Universidad y permitió
ser más competentes, como lo exigen las nuevas condiciones del medio actual, pero enajenó la profesión.
Pero
si me refiero a la tarea de
enseñar, han pasado más de 20 años desde
que por la lejanía de la escuela, le enseñé a leer y escribir, así como las primeras nociones matemáticas
a mi hermana menor. Con ella se construyó una cercanía filial e intelectual, que marcó nuestras vidas; yo me hice Trabajadora Social y ella seis
años después Psicóloga de la misma
Universidad y recorriendo caminos similares
porque las dos compartimos la
creencia en una Colombia mejor.
En el Liceo Cisneros siempre le colaboré
a mis compañeros en las materias que mejor dominaba, las
matemáticas y la Química. Luego vino las charlas de
“Vigías de la Salud”;
el servicio Social Obligatorio como
profesora de “Sociales” en 5º de primaria de la nocturna.
Ya en la Universidad de
Antioquia, la lucha por la sobre-vivencia y el amor que le tenía a los libros hizo que
me desempeñara en todos los oficios de atención al usuario que tenía la Biblioteca Central:
organizadora de libros, servicio de reservas, manejo de la hemeroteca de
Ciencias Naturales y de la de Ciencias Sociales, de la sala Antioquia, de sala
de periódicos y finalmente un año como referencista, donde tuve la oportunidad
de tener un contacto directo con los
jóvenes de las diferentes instituciones educativas de Medellín, tanto privadas como públicas.
Los últimos meses como auxiliar
administrativa los pasé en el Museo Histórico de la U de A, donde tuve la
oportunidad de dar visitas guiadas y de estructurar un proyecto para que los
niños y jóvenes se acercaran al conocimiento de “Nuestra Alma Mater”, no lo
pude desarrollar pero en una visita posterior
pude contemplar con satisfacción
como una estudiante de Trabajo Social ( se ganó el espacio porque allí
solo trabajan estudiantes de historia)
realizaba visitas guiadas a los
niños de los colegios de Medellín.
Cuando inicié el ejercicio de mi
profesión en la hermosa pero
conflictiva región del Urabá antioqueño y chocoano. La defensa y la
promoción de los derechos humanos a las
comunidades y a los niños y niñas
victimas del conflicto armado, se
convirtieron en un principio de vida que
hizo que junto al equipo de trabajo se diseñaran y adaptaran diferentes
estrategias pedagógicas de Atención primaria en Salud Mental.
En este trabajo con la Diócesis de Apartadó y la asesoría técnica de UNICEF, manejé el
proyecto de “Escuela Amiga de los Niños”
desde la fase de sensibilización de la
comunidad y de la administración municipal de Carepa hasta la financiación total del proyecto. Debido a
este proyecto tuve la oportunidad de viajar en enero de 2003 a la Ciudad de Cartagena durante
una semana para conocer el proyecto que
allí se venía adelantando en el barrio el Pozón. En el año
2005 tuve la oportunidad de visitar la escuela que habíamos soñado para
los niños en situación de desplazamiento
en los barrios periféricos de Carepa,
ya era una realidad , albergaba a 800 niños y niñas en dos jornadas y se
había convertido en una de las sedes del Liceo Luis Carlos Galán.
Esta primera experiencia de trabajo en
Urabá tuve la oportunidad de
sistematizarla y de presentarla en Manizales, gracias al apoyo de una ONG
americana, en el XI Congreso de Trabajo Social:
Realidad Social, Práctica Profesional e
Identidad del Trabajador Social
como panelista con la ponencia “Trabajo
Social Realidad Social y Zonas de Conflicto armado” en agosto de 2003.
Luego en la universidad de Antioquia tuve
también la oportunidad de compartir esta enriquecedora experiencia con
estudiantes del 6 semestre de Trabajo Social, gracias a la
invitación de una de las docentes.
Después
de una largas vacaciones forzadas por el desempleo me trasladé al oriente
antioqueño, al municipio de Abejorral a trabajar con el Plan de Atención Básica
(PAB) como educadora comunitaria en la estrategia de “Escuelas Saludables” ;
por mi perfil y formación dirigía los talleres y charlas de: Salud sexual y
reproductiva y fármaco dependencia con
los jóvenes de los diferentes colegios y apoyo las demás estrategias.
Debido
al trabajo realizado con niños y jóvenes en Urabá, tanto con el proyecto de
“apoyo psicosocial a niños afectados por
el conflicto armado “ liderado por UNICEF
y a la coordinación diocesana del Movimiento Sembradores de Paz; esta
experiencia se puso para tratar de
consolidar un proyecto juvenil que denominamos “Red Juvenil por el fomento del
Buen Trato”, no se en que están los muchachos pero en el momento del
trabajo se había logrado una buena química.
Luego
volví a Urabá para estructurar el
componente social de un proyecto de vivienda para huérfanos y viudas el cual se denominaba “Hogar Digno”, con éste
se pretendía proporcionar vivienda y protección a 160 familias de los 8 municipios de la zona. También acompañaba los
grupos juveniles de los municipios de Arboletes, Necoclí, San Pedro de Urabá,
Turbo y Apartadó en sus altibajos y en
la estructuración de sus proyectos de vida
fuera de los grupos juveniles a través de los proyectos de
emprendimiento.
Luego
de este recorrido tomé la decisión de
ingresar a la profesión docente, en primera instancia porque soy de las personas que cree que el verdadero cambio
social se logra desde la educación, y en segundo lugar por sobreviviencia,
estaba cansada de no tener un lugar fijo
donde seguir construyendo mi proyecto de vida. Heme aquí en Machuca. Como dice el maestro Savater “todo el que
haya vivido tiene algo que enseñar” aunque no lo crea así siempre el
Ministerio de Educación.
Alba Nidia SÁNCHEZ MONSALVE
Fotografía: Patricia Nieto Nieto / Perfil: Patricia Nieto Nieto
La puerta entreabierta deja ver una silueta. El contorno dibuja a una mujer ligeramente inclinada que, al parecer, escribe. Responde al llamado sin levantarse; apenas alza la mirada. Lleva lentes y sonríe. Al cruzar el umbral, la luz descubre a una muchacha al mando de un escritorio sin lugar para más cuadernos rayados y mapas que muestran mares turbulentos. En los cuadernos se ven trazos de adolescentes sobre los que ella elogia los aciertos y marca los errores, y las olas encabritadas dicen que quienes las pintaron aún no conocen el mar.
En Machuca, Segovia, no saben de mares. Los niños conocen los ríos con lechos de oro y los montes sembrados de coca, el oro convertido en crucifijo y la hoja transformada Fotografía: Patricia Nieto Nieto / Perfil: Patricia Nieto Nieto en cocaína. La maestra, la que ahora pule caligrafías y corrige la orientación de la rosa de los vientos, conoce a Antioquia desde la tierra fría del Norte hasta las planicies de Urabá. Y de esa geografía sentida y contemplada les habla a los muchachos. A veces se desdobla en añoranzas, en batallas, y su clase de Sociales es hervidero de ilusiones: serán médicos o abogados; se convertirán en cantantes o pintores; romperán las fronteras en barcos o montados en los lomos de los libros.
Alba Nidia, la maestra, predica porque ha vivido. Dejó su casa paterna, en la vereda Cantayús Arriba de Santo Domingo, cuando ya era mayor para la secundaria y muy niña para el nocturno. Al terminar la primaria —caminaba 40 minutos desde su casa hasta la escuela—, se entregó a repasar los vinilos que radio Sutatenza le enviaba a su padre y a enseñarle a leer a su hermanita Berenice. Tres años después, al punto de la derrota, se fue de la vereda en procura de un diploma de bachiller.
Del nocturno de Bello pasó al colegio de Cisneros y de allí a la Universidad de Antioquia. Un bono de alimentación y su trabajo en la biblioteca la mantuvieron viva en un entorno que puede tornarse hostil para el campesino. En el 2000, consiguió su primer empleo profesional en el proyecto “Escuela amiga de los niños” de la Diócesis de Apartadó y Unicef. En el primer viaje la conmovieron el sinsentido del tiempo, la lluvia eterna, el plato de sopa que partió con quien competía con ella por el empleo. De los años que siguieron no olvida la bondad de la gente que ha sufrido y la responsabilidad que le imprimió el haber tomado en préstamo, para su instalación en Urabá, los 500 mil pesos que el abuelo atesoraba para pagar su propio entierro.
En
el año 2005 —después de cuidar niños para paliar el desempleo— regresó a
Urabá. La escuela que ayudó a construir albergaba ya a ochocientos
niños. La misión — como le decían en su casa a esos trabajos alejados y
penosos— era la construcción de 181 casas para familias víctimas de la
violencia con la Fundación Compartir. Estaba cargando arena y pegando
adobes cuando recibió, con semanas de diferencia, dos noticias: a su
hermano mayor, quien ahorraba cada año todo su sueldo de jornalero para
entregárselo a ella cada enero, se le explotó el corazón; y a ella le
habían asignado una plaza como docente en el Colegio Fray Martín de
Porres de Machuca.
Llegó al caserío siete años después de que el ELN produjo un incendio que calcinó a ochenta personas. “Allí opté por ser una trabajadora social que quiere convertirse en una gran maestra”, dice. Tomó a cada niño, lo condujo a un libro, le sembró una esperanza. Dice que después de seis años quiere empacar sus pocos trastos, despedirse de Machuca y desembarcar en otro puerto donde no forme hombres buenos para que los recluten los ejércitos.
Llegó al caserío siete años después de que el ELN produjo un incendio que calcinó a ochenta personas. “Allí opté por ser una trabajadora social que quiere convertirse en una gran maestra”, dice. Tomó a cada niño, lo condujo a un libro, le sembró una esperanza. Dice que después de seis años quiere empacar sus pocos trastos, despedirse de Machuca y desembarcar en otro puerto donde no forme hombres buenos para que los recluten los ejércitos.
Tomado del libro ESPÍRITUS LIBRES
EGRESADOS UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA pagina 22 .23
EGRESADOS UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA pagina 22 .23
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