sábado, 9 de abril de 2016

METODOLOGÍA DE LA ESCRITURA DEL ENSAYO

EL ENSAYO: 10 PISTAS PARA SU COMPOSICIÓN [1]


1. Un ensayo es la mezcla  entre arte y la ciencia (es decir, tiene  un elemento creativo – literario -  y otro lógico  - de manejo de ideas -). En esta doble  esencia  del ensayo (algunos hablarán por eso de un género híbrido)  es donde radica  su potencia  y su dificultad. Por ser un centauro- mitad  de una cosa  y mitad de otra- el ensayo  puede cobijar  todas  las áreas  del conocimiento, todos los temas. Sin  embargo, sea el motivo  que fuere, el ensayo  necesita  de una “fineza” de escritura que lo haga altamente literario.
2. Un ensayo no es un comentario  ( la escritura  propia de la opinión) sino una reflexión, casi siempre a partir de la reflexión de otros ( esos otros no  necesariamente tienen que  estar explícitos, aunque, por lo general,   se los  menciona  a pie de página  o en las notas  o referencias). Por eso  el ensayo  se mueve  más  en los juicios  y en  el poder de  los argumentos (no son opiniones  gratuitas); en el ensayo  se deben sustentar las ideas. Mejor aún, la calidad de un ensayo  se mide por la calidad de la ideas, por la manera  como las expone, las confronta, las pone en consideración.
Si no hay argumentos  de peso, si no se han trabajado de  antemano, el ensayo cae  en el mero parecer, en la mera suposición.

3. Un ensayo discurre. Es un discurso pleno. Los buenos ensayos  se encadenan, se engarzan de manera coherente. No es  poniendo  una idea  tras otra, no es sumando ideas  como  se compone un buen ensayo. Es tejiéndolas  de manera  organizada. Jerarquizando  las ideas, sopesándolas (recordemos que ensayo viene de “exagium”, que significa, precisamente, pesar, medir, poner en la balanza). Si en un ensayo  no hay  una lógica de composición, así como  en la música, difícilmente  los resultados  serán  aceptables. De allí  también  la importancia  de un plan, de un esbozo, de un mapa  guía  para la elaboración del ensayo.
4. En tanto que discurso, el ensayo requiere  del buen uso de los conectores (hay  que disponer de una reserva de ellos); los conectores  son las bisagras, los engarces  necesarios  para que el ensayo no parezca  desvertebrado. Hay  conectores  de relación, de consecuencia, de casualidad; los hay también  para resumir o para enfatizar. Y  a  la par de los conectores, es indispensable  un excelente  manejo de los signos de puntuación. Gracias a la coma y al punto y coma (este es uno de los más difíciles de usar), gracias al  punto seguido…, es como el ensayo respira, tiene un ritmo, una transpiración. Es el conocimiento adecuado de los signos de puntuación  el que convierte  a nuestros ensayos  en monótonos  o livianos, interesantes  o densos; ágiles  o farragosos.

5. Hay  dos grandes tipos de ensayos: uno, línea Montaigne (pueden  leerse, por ejemplo. “De como filosofar es aprender a morir”, “De  la amistad”. “De los libros”); y otro,  línea Bacon (léase, al menos dos: “De los estudios”, De las vicisitudes  de las cosas”). En el primer caso, el ensayo es más  subjetivo, abunda  la citación -  de manera muy propia- ; en el segundo, el ensayo es más objetivo, y no hay  ninguna referencia explícita, o son  muy escasas. Tanto Montaigne  como Bacon   son maestros  para desarrollar  las ideas. Tanto uno como otro  hacen  lo evidente, profundo; lo cotidiano sorprendente. Ambos apelan a otras voces,  ambos recurren al pasado  - a otros libros –para exponer  sus puntos  de vista. Ambos  emiten  un juicio: se aventuran  a exponer  su pensamiento. Es importante  releer  a estos  so autores;  fuera de ser un goce  y un reencuentro  con la buena prosa, son ensayos  - modelo, aprovechables  por cualquiera que desee aprender o perfeccionar  su escritura  ensayística. En el mismo sentido, deberíamos apropiarnos  de la creación  ensayística  de Emerson  y Chesterton, recomendada una  y otra vez por Jorge Luis  Borges.
6. Otros ensayos exquisitos  son los escritos  por Alfonso Reyes y Pedro Hernández  Ureña. Un mexicano  y un dominicano. Ensayos de peso, con profundidad y, sobre todo, realizados  con todos los recursos literarios  y el poder de la indignación. Quien haya leído. “notas sobre la inteligencia americana” de Reyes. O  “Seis ensayos en busca de  nuestra expresión” de Ureña, no ha sentido como una  revelación  de la escritura potente, de la escritura gestora de mundos. Hay  una “marca de estilo” en estos dos ensayistas, una “impronta” personalista, que pone al ensayo en el  mismo nivel del cuento o el poema. Cuando  uno lee los ensayos de Reyes  o Ureña, lo que lee- además  de un pensamiento vigoroso- es una excelente literatura.
7. Reyes y Ureña  son los iniciadores, por decirlo así, de una  larga tradición que va hasta Sábato y Borges. Consúltese la  compilación El Ensayo Hispanoamericano del siglo XX hecho por John Skirius; en este texto  se condensan  voces de ensayistas latinoamericanos valiosos: Manuel González Prada, Fernando  Ortiz, José Carlos Mariátegui, Ezequiel Martínez Estrada, Luis Alberto Sánchez, Germán Arciniegas, Arturo Uslar Pietri, Eduardo Caballero Calderón. Enrique Anderson  Imbert…y,  por supuesto, Octavio Paz, Julio Cortázar y Gabriel  García Márquez. Puede mirarse, de igual manera, la selección hecha por  José  Luis Martínez, El ensayo mexicano moderno; en este libro  resaltan los de José Vasconcelos, Ramón López Velarde, Julio Torri, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Edmundo  O”Gorman y Leopoldo Zea, entre otros. Y para una perspectiva más nuestra, sería  interesante y necesario  conocer la selección  elaborada  por Jorge Eliécer Ruíz  y Juan Gustavo Cobo-Borda, Ensayistas colombianos del siglo XX: en esta selección  descubriremos  voces poco conocidas, la de Baldomero Sanín Cano (“De lo exótico”), “La civilización manual”), y la de Hernando Téllez (“La Originalidad literaria”, “Traducción”). Basten estos textos y  estos  autores para  mostrar cómo hay una enorme tradición  en la producción ensayística. Tómese, entonces, como  abrebocas o “textos de iniciación”.
8. Para elaborar  un ensayo, entre las muchas cosas que deben  tenerse  en cuenta, resaltaría las siguientes:
- Cuál es la idea  o ideas base que articulan el  texto. En  otros términos, cuáles  son los argumentos  fuertes que se  desean exponer  o la idea que quiere debatirse o ponerse en cuestionamiento. Esta idea  (o estas ideas)  tiene  que ser  lo suficientemente  sustentada  en el desarrollo  del mismo ensayo.
- Con qué fuentes o en qué autores  se sustenta nuestro argumento; a partir  de qué  o quiénes, con qué  material  de contexto se cuenta; en síntesis, cuáles  son nuestros puntos de referencia. Este el  lugar  apropiado para la bibliografía, para la citación y las diversas notas.
-Qué se va a decir en el primer párrafo, qué en el segundo, qué en el último (recordemos que la forma del ensayo  es fundamental; recordemos  también que antes  del  ensayo hay que elaborar un esbozo, un mapa  de composición). Qué tipo de ilación (sin hache)  es la que nos proponemos: de consecuencia, de contraste de relación múltiple. Es muy importante  el “gancho” del  primer párrafo: cómo vamos a seducir  al lector, qué nos  interesa  tocar en él; igual fuerza debe tener el último párrafo: cómo  queremos cerrar, cuál  es la última  idea o la última frase que nos importa dejar en la memoria de nuestro receptor.
-Aunque  no siempre el último párrafo es una conclusión, si debe el ensayo  tener  un momento de cierre (de síntesis), desde  el cual puedan  abrirse  nuevas ventanas, otras escrituras. El último párrafo es una  invitación  a un nuevo ensayo (los ensayos se alimentan de otros ensayos: un ensayo  abre camino a otros aún no escritos).
-El ensayo no debe ser tan corto  que parezca una  meditación, ni tan largo  que se asemeje  a un tratado. Hay una zona medianera: entre tres páginas  (por decir  alguna magnitud. Pero sea cual sea  la extensión, en cada  ensayo  debe haber  una tesis  (con sus pros  y sus contras),  y la síntesis necesaria.  No  olvidemos  que el ensayo es una pieza  de escritura completa.
- Las anteriores puntualizaciones  no son excluyentes  con otros  estilos  o con otras  maneras de elaboración  del ensayo ni pueden  leerse como una camisa de fuerza ;  son  tan sólo recomendaciones. Indicaciones  generales. Indicios.
9. Cuando  el ensayo  oscila entre las dos y las tres páginas, sobran los subtítulos. Cuando tiene un número  de páginas  mayor  puede  recurrirse  a varios sistemas: uno, subtitulado; otro, separando  las partes  significativas  del ensayo  con numerales  (yo llamo a este tipo de ensayo, de cajas chinas”). No debe olvidarse  que cada  una  de las  partes del ensayo  precisa  estar interrelacionada. Aunque “partamos” el ensayo (con subtítulos, frases o números), la totalidad del mismo (el conjunto) debe  permanecer  compacta. Si dividimos  un ensayo, las piezas que salgan de él exigen estar en relación  de interdependencia.
10. No podría  terminar  estas diez piezas  sin antes mencionar el papel fundamental  del  género para el ejercicio  y el desarrollo  del pensamiento. Por medio del ensayo  es que  “nos  vamos ordenando  la cabeza; es  escribiendo  ensayos  como probamos nuestra  “lucidez” o nuestra “torpeza mental”. Cuando Theodoro  Adorno, en un  escrito llamado – precisamente- “El ensayo como forma” señala  el papel  crítico  de este tipo  de escritura, lo que en  verdad sugiere  es la fuerza del ensayo como motor de la reflexión, como generador  de la  duda  y la sospecha. El ensayo  siempre “pone en cuestión”, diluye  las verdades  dadas, se esfuerza  por mirar  los grises  de la vida  y de la  acción humana. El ensayo  saca  a la ciencia  de su “excesivo formalismo” y pone  la lógica al alcance del arte. Es  simbiosis. Otro  tanto  había  escrito George Lukács en su carta a Leo Popper: La esencia  del ensayo  radica  en su capacidad  para juzgar. Los ensayistas  de oficio  saben  que las verdades  son provisionales, que toda doctrina contiene también su contrario,  que todo sistema  alberga su fisura. Y el ensayo, que es  siempre la búsqueda, no hace otra  cosa  que  “hurgar”  o remover  en estas  grietas de las  estructuras. Digamos  que el ensayo – puro ejercicio del pensar- es el espejo del propio pensamiento.




[1] Texto trabajado en la cátedra de Composición Española, U de A. Medellín 1995

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